El bodegón (en inglés still life) es un género de la historia del arte bien conocido, muchas veces considerado “menor”, y que posiblemente por ese mismo carácter sirvió de vehículo de experimentación a aquellos pintores que empezaron a preocuparse por la esencia misma de la pintura y a liberarla de las cadenas de la representación. No hay más que pensar en los bodegones de Gauguin, de Matisse, de Cézanne, o más adelante los de los cubistas o los de Léger, para darse cuenta de esto. Esta idea de still life sirve así como un modo, de los cientos que puede haber, de acercarse a la obra de uno de los artistas más osados a la par que reflexivos que existen (nótese que no se dice “cineasta”, que no dejaría de ser un término tramposo o insuficiente a la hora de referirse a Malcolm Le Grice). La idea de still life sirve en la medida en que Le Grice empieza su andadura como pintor, y en la medida en que varias de sus obras hacen alusión directa a ese género y lo utilizan a la manera de los pintores antes citados para investigar el propio cine como soporte, desligándose de la narración o del supuesto registro realista de la realidad, para investigar de manera plástica, reflexiva y performativa eso que conocemos como cine. La película es, pues, la propia tira de celuloide o conjunto de píxeles, no las hipotéticas manzanas del bodegón en movimiento, y es también lo que ocurre mientras el espectador la mira, en ese “aquí y ahora” de la proyección en la que cada uno de nosotros construye su propia película.
Esta selección de películas de Le Grice, aunque breve y parcial, sirve para dar cuenta de las múltiples formas que ha adoptado esas ambiciones a lo largo del tiempo, desde que empezara a experimentar con el soporte fílmico en los años sesenta en el seno de la célebre London Film-makers Co op (en la que tuvo un papel crucial, no solo como artista sino poniendo en marcha el taller en el que se producirían muchas de las obras de la cooperativa), pasando por sus primeras experiencias con ordenadores en los setenta, el paso definitivo al vídeo en los ochenta y la explosión de posibilidades del digital.


